Capítulo 11:Canción de cuna

 

Dale click para escuchar la banda sonora de la película "Castillos de Hielo" año 1978.

 

Hacía poco tiempo que me había vuelto a instalar en Buenos Aires cuando me llamó un amigo con el que trabajamos juntos en publicidad, yo como creativo y él como director de cuentas. A esa altura ya tenía su propia agencia y le iba bastante bien. Más allá de la amistad, lo que también lo animó a convocarme fue un anuncio de bien público que habíamos filmado con Sebas en España para Amnistía Internacional. Hablaba de los muertos civiles en la guerra de Afganistán y abordaba el tema de una forma sutil, pero a la vez contundente. Sobre la imagen de páginas de diario completas de avisos fúnebres, un narrador en off daba datos duros de una realidad que no se estaba reflejando en las noticias. Para esa narración queríamos una voz que no fuera comercial pero sí reconocible y cercana, nuestra primera opción fue Imanol Arias que ni bien recibió la propuesta aceptó inmediatamente. Con la mejor predisposición se acercó a un estudio en el centro de Madrid donde lo grabamos. Un lujo de persona.

En esta ocasión, mi amigo quería contar conmigo para un proyecto de su cliente Missing Children. No tenía un guion definido, pero sí una idea muy potente: que las madres de niños perdidos pudieran cantarles a sus hijos una canción de cuna a través de la televisión ya que no los tenían en sus casas. El proyecto me atrajo mucho y siempre tuve claro que el desafío era no caer en el golpe bajo. Necesitaba información, por eso pedí reunirme con alguien de Missing Children para saber más sobre la fundación. La charla arrancó bastante tensa, yo dejé en claro que estaba para colaborar, pero no quería hacer un comercial dramático sino dar a conocer una realidad dramática. Marta, tomó la palabra y de la forma más amorosa posible me contó que una mañana su hijo de 18 años salió muy temprano para la facultad. Todavía no había amanecido y cuando llegaba a Ciudad Universitaria, por robarle el teléfono y unos pocos pesos, lo acuchillaron y lo dejaron tirado mientras se desangraba.

–¿Por qué te cuento esto? Porque quiero que entiendas que yo no estoy acá porque me sobra el tiempo, si fuera eso, me anoto en cualquier curso y lo solucioné. A mí lo que me sobra es amor y necesito depositarlo en algo que valga la pena.

A partir de ese momento, despojados de prejuicios, nos pusimos a trabajar codo a codo, Marta fue de las mejores clientes con las que me crucé, de mente abierta, confiada, que planteaba una relación de pares, sin jefes ni subalternos. Ella ya me había seleccionado dos madres: Roxana y Patricia, con las que quise hablar en persona. Pedí que el encuentro fuera en las casillas de ellas, Marta me avisó que era más fácil traerlas porque vivían en lugares “poco accesibles”. Yo insistí porque además de conocerlas necesitaba ver el entorno de Luján y Milagros (las chiquitas perdidas), su familia, su ambiente. Incluso quería filmar en sus casas, pero eso sí fue imposible, ni bien llegué me di cuenta de que no había forma de entrar con un camión de luces, un generador y todo el despliegue que exige una filmación así fuera lo más acotada posible. También sentí un clima emocional que debíamos respetar, invadirlo con todo el circo que genera una filmación hubiera sido como profanarlo. Me encontré con personas quebradas, dispuestas a hacer cualquier cosa por recuperar a las chicas, aunque en sus caras se veía una desesperanza que no era de ese momento puntual, era una resignación acumulada por años de frustraciones. 

Decidimos filmar en un conventillo de la Boca, ahí armamos las dos locaciones: una casilla de chapa con tirantes de madera y la otra era más tipo casilla del delta, de paredes de listones de madera horizontales y ventanas chicas. El concepto principal fue la austeridad en todo sentido: con pocos elementos de arte que aportaran la información justa y necesaria, con vestuario propio de las protagonistas, sin maquillaje, apenas una base para matar los brillos, sin peinadora, iluminación realista, nada de encuadres rebuscados y todo en plano secuencia (sin cortes).

Dividimos la filmación en dos partes, la mañana para una de las madres y la tarde para la otra. En esa producción yo hice cámara durante toda la jornada, mi intención era reducir el equipo lo máximo posible, quería menos movimientos y todo el silencio y la intimidad para que las madres realmente pudieran comunicarse, aunque fuera a la distancia, con sus hijas.

La experiencia fue increíble, trabajar con “no actores” siempre es una incógnita, cómo reaccionarán frente a una cámara, cómo marcarlos sin condicionarlos, realmente es mucho más difícil e incierto. Yo no quería llevarlas a la emoción, sino lograr que con su acting fueran ellas las que emocionaran a quienes las veían. Llevó un tiempo lograr el clima perfecto, no quería tirar muchas tomas porque la repetición atentaría contra la espontaneidad que buscaba, por eso esperé pacientemente el momento indicado antes de empezar a filmar. Después, al terminar la toma y ver que el visor estaba empañado por mis lágrimas, supe que el anuncio estaba hecho.

Y luego con Patricia fue comenzar todo el proceso de nuevo. En eso estaba cuando me llamaron para avisarme que teníamos un inconveniente con Roxana, a quien ya había liberado. Me acerco a la motorhome que usábamos de camarín-oficina y me entero del problema: por pedido mío la productora les pagaba por adelantado a las madres, la intención era entregarles el dinero en la filmación y evitar que tuvieran que ir otro día a retirarlo por la Asociación Argentina de Actores. Esto nunca lo había hablado con ellas, no solo la forma de pago sino tampoco el pago en sí, y me encuentro con que Roxana no quería saber nada. 

–Director, yo no puedo cobrar. Yo esto no lo hago por plata, lo hago porque quiero encontrar a Luján.

Me conmovió profundamente, era instinto en carne viva, la mayor demostración de integridad que jamás vi. En un momento, como máxima concesión, me dijo que había visto que había bastante comida en la filmación.

–Si sobra algo, yo me llevaría un paquetito para casa, director. Para mis otros hijos, pero plata no.

Nos costó convencerla de que por ley ella no podía hacerlo gratis, que teníamos que pagarle porque si no nosotros estaríamos cometiendo un delito y nos arriesgábamos a ser demandados. 

Finalmente, Roxana se fue más a gusto con la vianda que le preparó la gente de catering que con el dinero en efectivo, que lo aceptó solamente para no comprometernos a nosotros y para destinarlo a la búsqueda de su hija. Más volantes con la foto de Luján para pegar en el barrio. 

 

Durante mucho tiempo seguimos en contacto con Marta. Yo al principio soñaba con filmar el reencuentro, pero ella me explicó que eso sería imposible. 

–Mssing Childen es solo el puente, una vez que se encuentra a un menor nuestra misión ya está completa, nosotras no participamos del reencuentro. La entrega se hace a través del juzgado.

–Me parece injusto…

–¿Sí? A mi no. Es tal la felicidad que sentís cuando aparece un chico que te aseguro que lo demás no te importan nada.  

 

Esa felicidad, con Luján y Milagros todavía no la pudimos sentir. Ellas, hasta el día de hoy, permanecen en la página de Missing Children Argentina.

 

 

 

 

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